sábado, 12 de noviembre de 2011

miércoles, 26 de octubre de 2011

Nueva TOC Argentina...

Hacía mucho qu eno posteaba porque no tengo ganas ni tiempo, ni ganas... pero bueno, acá subo algo tranqui....
Son fotos de un recorrido rápido que hicimos con un compañero de la facu para conocer como es la nueva terminal de Córdoba Argentina, y también hay algunas fotos tomadas desde la vieja, que apuntan a la nueva y al nuevo centro cívico (en construcción).. Perdón la calidad de las fotos, pero las saqué con el celular ;)








Este túnel conecta la vieja a la nueva terminal.





A ustedes.... ¿Qué les pareció?

sábado, 21 de mayo de 2011

Experimentar el espácio público

EXPERIMENTAR el espacio público puede significar:
intentar el máximo contacto de todos los sentidos con el entorno próximo,
observar hasta el último de los rincones, sin dejar de lado lo más obvio
aspirar lo putrefacto y suspirar tras las sutiles fragancias pasajeras,
acariciar lo rugoso y lo llano, lo tosco así como lo delicado,
oír estruendos, susurros, gritos y murmullos,
escuchar las notas, las palabras y las miradas,
toparse una que otra secuencia o ser parte de las instantáneas de la calle,
curiosear como un niño y moverse a la velocidad de un extraño,
archivar en el disco percepciones, ángulos,
flujos, posiciones, proporciones y movimientos,
ponerse por segundos en pieles ajenas, portando solo la misión de entender la realidad opuesta,
tratar de comprender cómo confluyen al mismo tiempo el lleno y el vacío,
de que manera conviven el pasado, el presente y el futuro incierto.
El Arte y la ciudad, la actuación de algunos para tantos otros,
la expresión humana más instintiva y despojada,
se encuentra pintada sobre este lienzo urbano constantemente.
La total diversidad coexistiendo sobre una misma plataforma. Razón de ser y vivir en sociedad.

- Matías Grimaldi

Ciudades invisibles


Textos extraídos del libro Ciudades Invisibles de Italo Calvino, editorial Siruela, 4º edición, año 2000

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 2

Desde la ciudad de Zirma los viajeros vuelven con recuerdos muy claros: un negro ciego que grita en la multitud, un loco que se asoma por la cornisa de un rascacielos, una muchacha que pasea con un puma sujeto por una traílla. En realidad muchos de los ciegos que golpean con el bastón en el empedrado de Zirma son negros, en todos los rascacielos hay alguien que se vuelve loco, todos los locos se pasan horas en las cornisas, no hay puma que no sea criado por un capricho de muchacha. La ciudad es redundante.
            Yo también vuelvo de Zirma: mi recuerdo abarca dirigibles que vuelan en todas las direcciones a la altura de las ventanas, calles de tiendas donde se dibujan tatuajes en la piel de los marineros, trenes subterráneos atestados de mujeres obesas que se sofocan. Los compañeros que venían conmigo en el viaje juran en cambio que vieron un solo dirigible suspendido entre los pináculos de la ciudad, un solo tatuador que disponía sobre su mesa agujas y tintas y dibujos perforados, una sola mujerona abanicándose en la plataforma de un vagón. La memoria es redundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir.

Página 34.

Desde la alta balaustrada del palacio el Gran Kan mira crecer el imperio. La primera en dilatarse había sido la línea de los confines englobando los territorios conquistados, pero la avanzada de los regimientos encontraba comarcas semidesiertas, míseras aldeas de cabañas, aguazules donde se daba mal el arroz, poblaciones enflaquecidas, ríos secos, cañas. «Es hora de que mi imperio, ya demasiado crecido hacia fuera,» pensaba el Kan, «empiece a crecer hacia adentro», y soñaba con bosques de granadas maduras de corteza resquebrajadas, cebúes asándose y rezumantes de grasa, vetas metalíferas de las que manan pepitas centelleantes.
Ahora muchas estaciones de abundancia han colmado los graneros. Los ríos en su crecida han arrastrado bosques de vigas destinadas a sostener los tejados de bronce de templos y palacios. Caravanas de esclavos han desplazado montañas de mármol serpentín a través del continente. El Gran Kan contempla un imperio cubierto de ciudades que pesan sobre la tierra y sobre los hombres, abarrotando de riquezas y de estorbos, recargando de ornamentos y de misiones, complicando por mecanismos y jerarquías, hinchado, tenso, turbio.
«Su propio peso es el que está aplastando al imperio», piensa Kublai, y en sus sueños aparecen ciudades ligeras como cometas, ciudades caladas como encajes, ciudades transparentes como mosquiteros, ciudades nervadura de hoja, ciudades línea de la mano, ciudades filigrama para ver a través de su opaco y ficticio espesor.
- Te contaré lo que soñé anoche –dice a Marco-. En medio de una tierra chata y amarilla, sembrada de meteoritos y de rocas erráticas, veía elevarse a lo lejos las agujas de una ciudad de pináculos afilados, hechos de modo que la luna en su viaje pudiera posarse ya en uno ya en otro, o mecerse colgada en los cables de las grúas.
Y Polo:
- La ciudad que has soñado es Lalage. Esas invitaciones a hacer alto en el cielo nocturno las dispusieron sus habitantes para que la luna conceda a todas las cosas de la ciudad el don de crecer y volver a crecer sin fin.
- Hay algo que no sabes –añadió el Kan-. Agradecida, la luna ha otorgao a la ciudad de Lalage un privilegio más raro: crecer en ligereza.

Páginas 87-88.

Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.
-¿Pero cuál es la pedra que sostiene el punte? –pregunta Kublai Kan.
-El puente no está sostenido por esta piedra o por aquélla –responde Marco-, sino por la línea del arco que ellas forman.
Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:
-¿Por qué me hablas de las piedras? Lo único que me importa es el arco.
Polo responde.
-Sin piedras no hay arco.

Página 96.

Polo: …Tal vez este jardín sólo asoma sus terrazas al lago de nuestra mente...
Kubla:. …y por lejos que nos lleven nuestras atormentadas empresas de condoiteros y mercaderes, ambos guardamos en nuestro interior esta sombra silenciosa, esta conversación pausada, esta noche siempre igual.
Polo: A menos que sea cierta la hipótesis opuesta: que quienes se afanan en los campamentos y los puertos sólo existen porque los pensamos nosotros dos, encerrados entre estos setos de bambú, desde siempre inmóviles.
Kublai: Que no existan la fatiga, los alaridos, las llagas, el hedor, sino sólo esta azalea.
Polo: Que los cargadores, los picapedreros, los barrenderos, las cocineras que limpian el interior de los pollos, las lavanderas inclinadas sobre su piedra, las madres de familia que revuelven el arroz mientras amamantan a los recién nacidos, sólo existan porque nosotros las pensamos.
Kublai: A decir verdad, yo no los pienso nunca.
Polo: Entonces no existen.
Kublai. No creo que esa conjetura nos convenga. Sin ellos nunca podríamos estar meciéndonos arrebujados en nuestras hamacas.
Polo: Entonces hay que excluir la hipótesis. Por lo tanto será cierta la otra: que ellos existen y nosotros no.
Kublai: Hemos demostrado que si existiéramos, no estaríamos aquí.
Polo: Y aquí estamos.

Página 127.

LAS CIUDADES Y EL CIELO. 4

Llamados a dictar las normas de la fundación de Perinzia, los astrónomos establecieron el lugar y el día según la posición de las estrellas, trazaron las líneas cruzadas del decumano y del cardo orientadas la una siguiendo el curso del sol y la otra siguiendo el eje en torno al cual giran los cielos, dividieron el mapa según las doce casas del zodíaco de manera que cada templo y cada barrio recibiese el justo influjo de las constelaciones oportunas, fijaron el punto de las murallas donde se abrirían las puertas previendo que cada una encuadrase un eclipse de luna en los próximos mil años. Erinzia –aseguraron- reflejaría la armonía del firmamento; la razón de la naturaleza y la gracia de los dioses darían forma a los destinos de sus habitantes.
Siguiendo con exactitud los cálculos de los astrónomos, fue edificada Perinzia; gentes diversas vinieron a poblarla; la primera generación de los nacidos en Perinzia empezó a crecer entre sus muros, y llegaron a su vez a la edad de casarse y tener hijos.
En las calles y plazas de Perinzia hoy encuentras lisiados, enanos, jorobados, obesos, mujeres barbudas. Pero lo peor no se ve; gritos guturales suben desde los sótanos y los graneros, donde las familias esconden a sus hijos de tres cabezas o seis piernas.
Los astrónomos de Perinzia se encuentran frente a una difícil alternativa: o admitir que todos sus cálculos están equivocados y que sus cifras no consiguen describir el cielo, o revelar que el orden de los dioses es exactamente el que se refleja en la ciudad de los monstruos.

Páginas 152-153.

LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 2

La vida no es feliz en Raísa. En las calles la gente camina torciéndose las manos, regaña a los niños que lloran, se apoya en los parapetos del río con las sienes entre los puños, por la mañana despierta de un mal sueño para empezar otro. En los talleres donde a cada rato alguien se machaca los dedos con el martillo o se pincha con la aguja, o mira las torcidas columnas de números en los libros de los comerciantes y los banqueros, o tiene delante las filas de vasos sobre el zinc de las tabernas menos mal que las cabezas gachas te ahorran miradas torvas. Dentro de las casas es peor, y no hace falta entrar para saberlo: en verano sale por las ventanas el estruendo de las peleas y de los platos rotos.
            Y sin embargo en Raísa hay en todo momento un niño que desde una ventana ríe a un perro que ha saltado a un cobertizo para comer un poco de polenta que ha dejado caer un albañil que desde lo alto del andamio exclama: «¡Prenda mía déjame probar! » a una joven posadera que levanta bajo la pérgola un plato de guiso, contenta de servirlo al paragüero que festeja un buen negocio, una sombrilla de encaje blanco que ha comprado para pavonearse en las carreras una gran señora, enamorada de un oficial que le ha sonreído al saltar la última valla, feliz él pero más feliz todavía su caballo que volaba sobre los obstáculos viendo volar en el cielo a un francolín, pájaro feliz liberado de la jaula por un pintor feliz de haberlo pintado pluma por pluma, salpicado de rojo y amarillo, en la miniatura de aquel libro en que el filosofo dice: «También en Raísa, ciudad triste, corre un hilo invisible que une por un instante un ser vivo con otro y se destruye, después vuelve a tenderse entre los puntos en movimiento dibujando nuevas, rápidas figuras de modo que en cada segundo la ciudad infeliz contiene una ciudad feliz que ni siquiera sabe que existe».

Páginas 156-157

lunes, 18 de abril de 2011

martes, 12 de abril de 2011

¡Hay que LEER MÁS!



“Después de haberme pasado doce horas ante la computadora, mis ojos están como dos pelotas de tenis y siento la necesidad de sentarme en mi confortable sillón y leer un diario, o quizás un buen poema. Opino, por lo tanto, que las computadoras están difundiendo una nueva forma de instrucción, pero son incapaces de satisfacer todas aquellas necesidades intelectuales que estimulan.
Hasta ahora, los libros siguen encarnando el medio más económico, flexible y fácil de usar para el transporte de información a bajo costo. La comunicación que provee la computadora corre delante de nosotros; los libros van a la par de nosotros, a nuestra misma velocidad. Si naufragamos en una isla desierta, donde no hay posibilidad de conectar una computadora, el libro sigue siendo un instrumento valioso. Aún si tuviéramos una computadora con batería solar, no nos sería fácil leer en la pantalla mientras descansamos en una hamaca. Los libros siguen siendo los mejores compañeros de naufragio. Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo o la tijera.”

Umberto Eco. Página 12. 07/12/03

jueves, 24 de marzo de 2011

Taller de diseño estructural por Guillermo Wieland

Probando algunas cosas de estructuras tensadas logramos unir un edificio administrativo con la cantina de nuestra facultad, sólo para probar este tipo de estructuras. (cuando tenga más material gráfico lo subo, se lo quedó mi compañero Gato Cáceres).








Utilizamos unas medias de lycra, palitos de brochetas y un poco de telgopor, cartón, pegamento y alfileres.








I'm Batman

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