"Para el ciudadano medio hay algunos tests sencillos que le dirán
cuándo hemos pasado del sortilegio a la actuación práctica sobre el
entorno. Uno de ellos será la restricción del uso del automóvil en las
grandes ciudades. Otro cuando los anuncios, la peor y más inútil
excrecencia de la civilización industrial, sean eliminados de las
autopistas... Mi test personal que quizás merezca la pena probar, se
refiere a la estación de gasolina. Es la más repugnante obra de
arquitectura de los últimos 2000 años. Hay muchas más de las necesarias.
Suelen estar sucias. Sus mercancías están horriblemente empaquetadas y
chabacanamente dispuestas. Son incontrolablemente adictas a grandes
cuerdas de banderolas raídas. Su protección crea ominosas coaliciones de
grandes y pequeños hombres de negocios. Las estaciones deberían
excluirse por completo de nuestras calles y carreteras. Y donde se
permitieran, habrían de reducirse en número y estar sometidas a ciertas
exigencias referentes a su arquitectura, su aspecto y su discreción.
Cuando nos metamos con eso (y con todo el comercio de la carretera),
pensaré que estamos hablando en serio".
—
John Kenneth Galbraith, "To My New Friends in the Affluent Society - Greetings" en Life, 27 de marzo de 1970, p. 20.
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